martes, 29 de marzo de 2011

El autobús, la pataleta y una taza de té.

Creo que mi hija, de tres años y medio, me está pasando factura. Con ello quiero decir que pareciera que estuviera cobrándome el hecho de que la haya dejado unos días (quince para ser más exacta) para irme de viaje a Londres.

Digo esto porque lleva ya más de una semana haciendo unas pataletas horribles. No ha sido todos los días, pero con la suficiente frecuencia como para ponerme los nervios de punta. La mayoría las ha hecho cuando estamos en casa, pero al menos un par de veces estas pataletas las ha hecho en la calle, en público.

La de hoy fue mientras íbamos en el autobús, nada más y nada menos, ya de regreso a casa, después de recogerla en el colegio y llevarla a jugar un rato al parque. El lío que armó porque no quise comprarle un dulce de chocolate (ya era cerca de la hora de cenar), fue de película.

Imagínense la escena: el autobús repleto de gente hasta el tope, ella sentada en mis piernas en el único asiento que minutos antes un joven y fornido caballero finalmente nos cedió, ella moviéndose como si fuera una lavadora en el ciclo de spin, en un esfuerzo por librarse de mi firme abrazo. Sus gritos casi me dejan sorda, no sólo a mí, sino a todos los pasajeros, algunos de los cuales me miraban como si yo fuera el lobo y mi hija la Caperucita Roja.

Nunca en mi vida había sentido con tanta urgencia la necesidad de respirar hondo, bien hondo y profundo, para mantener la calma y la cordura. Entre tantas miradas, logré divisar la de una madre solidaria y compasiva que me sonrió como diciéndome “tranquila, todas las madres pasamos por esto, ya se calmará”.

Y si, se calmó, pero sólo después que llegamos a casa. El tiempo que duró la susodicha pataleta pareció una eternidad. Ambas quedamos exhaustas; después de la cena ella se quedó dormida como un angelito. Mientras tanto, yo apenas tuve fuerzas para comer algo, ducharme y sentarme a escribir estas líneas, con una taza de té de manzanilla al lado de mi laptop.

Y yo que pensaba que esto de las pataletas era una etapa superada ya!

3 comentarios:

  1. q coraje da cuando se ponen así delante de la gente... pero claro, a ellos les luce mas así para que quedes tu mal... yo los dos años los temo, pq son pequeños (ellos ya saben de lo q va el tema) y la lian, y al ser tan "indefensos" a ver delante de quien les das un azote, en casa con medio azote los apañas en un monento, pero delante de la gente... te denuncian, jejejeje, ánimo q pataletas hay por todas las edades, espérate a las de adolescentes...

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  2. Ay por favor Mariusa, lo cuentas de tal manera que hasta me haces sonreir. A mi me pasó algo parecido con ALeix en el autobús también cuando tenía 7 meses. No quería ir en el cochecito y se puso a gritar y llorar como un loco durante 30 minutos de reloj. No sabes que apuro. Toda la gente me miraba con cara de "que mala madre eres que lo dejas llorar!". Pero que querían, que lo sacara y en un frenazo nos fuéramos niño y yo al suelo? ni hablar! No se salió con la suya, pero claro, cuando el autobús paró y bajamos se acabaron los llantos. Para qué seguir llorando si ya no había espectáculo??!! Son tremendos...

    Un abrazo

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  3. Mujer, que interesante leer tus experiencias de madre después de los 40 y tantos!!!! puff!!! Lindo blog.

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